10.04.2009

Tres Actos

Del despertar a la Aceptación

Prólogo

Ella se regocija al ver como ha organizado la casa, este día le ha quedado especialmente blanca, inmaculada. Se sienta en el sofá, apenas es medio día, pero ha terminando todas las tareas de la casa; aunque es de una clase social alta nunca ha querido ayuda para las cosas del hogar, siempre ha sido autosuficiente, y jamás toleraría la idea de no poder con su hogar y con sus hijos.
Suelta un largo suspiro cuando piensa en sus hijos, todos ya fuera de casa. Sally, la más grande, soltera, sin hijos, una mujer hermosa aunque a veces se subestime. Sasha, el único varón, el de en medio, joven, atractivo, excelente abogado, soltero, pero aun joven para tal responsabilidad. Y por último, Isabella, la más joven, la desubicada, apenas estudiando la universidad, le dio por estudiar Artes escénicas, pero seguro que con el paso del tiempo se dará cuenta de que está perdiendo el tiempo, pero que importa, si tiempo es lo que tiene de sobra.

Acto Uno.

Amor
El despertar

Después de treinta años con el mismo hombre me doy cuenta de que no te conozco, no puedo creer que durante tanto tiempo me hayas engañado, ¡no!, Te hayas engañado. Pero para no seguirte ayudando a tu destrucción me voy, puedes hacer lo que quieras. Este palacio ahora no es más que ruinas, tu sabrás si te alejas o si sigues viviendo en ella. Que de todas formas ruinas es lo que eres, hombre viejo y acabado, que debes tu grandeza a tu mujer, que deja de ser tuya.


Pasa mamá, me complace que hayas decidido, venir aquí. No tienes de que preocuparte, aquí no hay presiones ni plazos, solo están las ganas de ser quien eres. Ven déjame presentarte a Ween, es mi novio y vivimos juntos, es profesor del colegio. Pero pasa, siéntate no te quedes en la puerta. Al fondo esta tu habitación, ahí entra la luz todo el día y es el cuarto más silencioso durante la noche. Hace un par de meses que vivimos juntos y es como estar en el paraíso. Aquí puedes dejar tus cosas, el refri esta lleno, puedes servirte lo que quieras, y más vale que te vayas olvidando de las dieta, aquí pura comida rica. Por cierto Ween es muy buen cocinero, por eso he subido un par de quilos.

Señora mía, será un verdadero placer tenerla con nosotros, sea bienvenida al paraíso terrenal, dónde las mujeres son diosas y yo solo estoy para complacerlas, dónde podrá dar rienda suelta a sus pasiones más bajas y donde cualquiera es bienvenido.

Será mejor que me vaya con tu hermana, creo que no sería correcto que me quedara aquí, ustedes no tienen espacio, y solo soy un lastre viejo que no sabe como vivir sin la compañía (y la guía) de su esposo.
Tonterías madre, es solo cuestión de tiempo, lo que tenias en esa torre de marfil no era amor, era solo la costumbre de estar con un hombre al que jamás amaste, solo fingías porque era más fácil soportar la soledad del castillo con la idea del amor.

Entreacto

Pero padre, ¿Cómo ha sido posible que mi madre se haya ido? ¿Qué has hecho para que tome esa decisión? . Silencio. (Si la unión más perfecta que jamás he visto en mi vida ha muerto, que esperanzas queda para mí, para la imperfecta, para la que nadie quiere, para la fea, para la gorda, para la inútil). Esto no debe ser así, es intolerable, una mujer a su edad lo único que debe hacer es sentarse a esperar que lleguen los nietos, no debe tener aires de grandeza y todo deseo debe ser reprimido, olvidado.

Acto Dos


Sexo
El enfrentamiento.

Ámame mujer de ébano, déjame sentirte, siénteme dentro de ti, roza con tus ojos cada parte de mi cuerpo, hazme tuyo, quiero ser tu esclavo y esclavizarte para siempre, que nada más que la vida nos detenga, sé libre y déjame serlo estando en tu cuerpo. Isabella, my Queen Isabella.

Dios mío, dame fuerza para seguir adelante con esta decisión, no puedo ni quiero regresar, pero no sé a dónde más ir, que puede hacer una mujer sola sin la compañía de una hombre, pero es que aquí no puedo seguir, no encuentro paz para mi espíritu tan atribulado ya. Es mi hija no debo verla fornicar, pero es que en todo momento, en todo lugar, esta con ese hombre, que no parece hombre, que parece un guerrero de algún lugar lejano con su piel morena y su rostro duro, con la voz fuerte que ordena y que seduce al mismo tiempo, que hace temblar cada una de las células del cuerpo.

Dime hijo, que hago, dime tu que eres hombre, ¿Cómo es que me ha mentido así todos estos años y se ha atrevido a verme a la cara?, Dime si es que soy fea, o si acaso soy torpe, tu que eres hombre, dime si como mujer ya no valgo. Dime si todos los hombres son así, o he sido yo que no he sabido ser buena compañera. Dime si ya no soy deseable, si acaso no ardes en deseo al verme. Silencio

Entreacto.

(Madre, ¿Cómo quieres que yo sepa si eres una mujer deseable? Para mí todas son iguales, insípidas, y lejanas, como si fueran etéreas, como si fueran madre o hermanas, pero no como mujeres. No madre, no despiertas en mi al más mínimo deseo y no por ser mi madre, que poco vale el titulo. Es porque eres mujer, y las mujeres son ajenas. Tendrías que ser hombre para que yo te deseara, para que despertaras en mi cada una de las ideas que están reprimidas por temor al ojo ajeno. No madre para mi no estas marchita, ni estas en flor, Solo estas.)

Acto Tres


Libertad
La aceptación

Toda esa gente, que anda por las calles, corriendo, gritando, con el rostro lleno de angustia, tan reprimidos, tan extenuados, tan invisible. No quiero ser así el resto de mi vida, aún soy joven, cincuenta años no me hacen una vieja. Tengo ganas de gritar, de reírme hasta orinarme, de llorar hasta no poder más, de amar con locura y sin prejuicios, que un orgasmo no sea sinónimo de reprimenda, quiero sentir y respirar, Pero tengo miedo, nunca he estado sola, siempre estuve con un hombre, mi padre, mi esposo y ahora, ¿ahora que?. Pero que importa, si hombres hay miles, y solo necesito uno que entre en mi cama, en mi vagina, en mi corazón, pero no en mi voluntad, ni en mi cerebro. Que importa lo que la gente piense, nadie me hará feliz o más triste por estar o no estar con alguien. Es tiempo de dejar de querer hacer, y empezar a actuar, tengo que buscar un hombre, tengo que buscar la libertad, aunque solo sea una ilusión, que de ilusiones y sueños vive el hombre, y la mujer también, solo que con un poco mas de deseo reprimido y es hora de sacarlo. Es tiempo de vivir.

Epílogo.

(Que importa que el infierno espere por mi, que importa que la vecina se queje todo el tiempo de mi vida, que importa que mi padre desapruebe mi vida, que importa que todos señalen). Ámame, vente dentro, déjame sentirte, aprisióname con tus brazos, hazme tuya aunque sea solo un momento. (Te daré la ilusión de pertenecerte, aunque realmente nadie me posee, solo yo soy dueña de este cuerpo, de esta carne y de estas ideas). Ámame, tómame, si quieres pégame. (Sueña, imagina todo lo que quieras, ahora solo ahora). ¡Basta!, no más.

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