10.22.2009

Bienvenid@s

Las horas de la madrugada son la más productivas para algunas personas... en lo personal no me funciona, porque solo comienzo a pensar en lo que no debería y es cuando hago mis más maquiavélicos planes al respecto de los que me rodean. Es pues que esta rica madrugada (el invierno ya se comienza a anunciar) es que he decidido hacer algunas mejoras (según yo) al blog, dentro de las cuales le damos la más calurosa bienvenida a Lolito y a Riru, que próximamente estarán colaborando con nosotros dentro del blog y dándonos a conocer su muy particular punto de vista, un tanto pueril si se quiere ver así, pero al fin valido; además estamos estrenando lista de distribución ( lo siento por los weyes que agregaron sin autorización, ya habrá tiempo para las mentadas de madre). En pocas palabras esto comienza a tener un poco de orden.

Esperamos que los cambios agraden al publico conocedor que nos visita (ejem, que viendo el contador es muy poco) pero que está presente.

Bueno, bueno, para no cansar más con los auto-elogios daré por concluida esta re-introducción y he aquí un cuento cortísimo.

El niño que nunca durmió

¿Qué se esconde en lo rincones más minúsculos cuando se oscurece? Con temor Fabian pensaba eso todas las noches cuando se iba a la cama. Apenas ponía la cabeza sobre la almohada y sentía que algo debajo de él cobraba vida, el pavor lo atormentaba día y noche. Sus padres inmersos en su vida adulta no notaban la falta de descanso que comenzaba a hacer merma en la salud del pobre niño.
En las mañanas cuando se levanta para ir al colegio, Fabian sentía que su cuerpo pesaba y pesaba cada vez más, hasta que un día ya no fue capaz de levantarse, sus padres, asustados corrieron al hospital. Fabian estaba gravísimo, alucinaba, entre delirios gritaba que algo lo perseguía, que estaba en espera de él, que todas las noches se subía encima suyo y no lo dejaba moverse ni respirar y que le hacía daño.
Los médicos intentaron de todo para ayudar a Fabian, le dieron medicamentos para dormir, calmantes, lo ataron a la cama, pero todo era imposible, simplemente nada funcionaba, un miedo atroz le torturaba. Apenas cerraba los ojos e imágenes aterradoras venían a su cabeza.
Dos semanas duró en ese estado hasta que una día no pudo más, su pequeño cuerpo sucumbió ante el estrés y la falta de descanso y su corazón dejó de latir.
Ni siquiera cuando lo preparaban para su sepelio pudieron cerrarle los ojos.
Cuando la familia se disponía a darle el último adiós, Don José, abuelo de Fabian, se acerco hasta el féretro, con cierto temor hecho un vistazo al cuerpo sin vida y casi cae de espaldas cuando sal percatarse de que Fabian lo estaba viendo, sus ojos abiertos lo miraban, con odio, con desprecio. Don José salió corriendo de la habitación, huyendo de esos ojos que le seguían, que le recriminaban la culpa de una muerte prematura.

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