12.02.2014

Hastío

Desde estas cuatro esquinas
evoco el deseo de la quietud,
todos esos gritos, esas risas,
esos llantos, todo ese movimiento.
Nunca había sido tan infernal el encierro,
Nunca tan eterno, nunca tan pesado.
Ya no me siento segura,
ya no duermo horas,
ni puedo apagar el cerebro.
Y ese reflejo que me tortura con cada segundo
y el eco de las manecillas que cimbran mi cabeza.
La luz entra por las rendijas
que han quedado sin tapar
y me produce calor,
me asfixia y nada se detiene
y todo sigue igual.

Y esta maldita vida que no termina de pasar.

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