8.14.2009

Hay historias...

“Me miraste a lo ojos, pude descubrir el rencor durante años guardado, todos los reproches que guardabas, las dudas que por las noches no te dejaban dormir, los insultos que gritaste en la cabeza en cada una de nuestras peleas.”
Esa noche comenzó como cualquier otra, ambos sentados en el viejo sofá que encontramos en la calle, veíamos esa serie que nos hacia reír a carcajadas cuando nos conocimos, pero que ahora veíamos por costumbre, a lo mucho una pequeña mueca sacaba de tus labios. Lo dije mientras la chica enseñaba su trasero al pobre anciano, igual que cada capitulo, lo escupí como un gargajo que tuviera atorado en la garganta. No hiciste ningún movimiento, te quedaste mudo, como si fueras de piedra, una estatua inerte a un lado mío, sin corazón, sin coraje, sin dolor. En ese momento te desprecié, me diste asco, te odié y justifiqué mis acciones. Tomaste el control y apagaste la tele, nos quedamos a oscuras. Pasaron los minutos lentamente, me parecía que llevábamos horas así, días, toda una vida.
Cerré los ojos y me puse de pie, un jalón violento de mi mano me hizo perder el control y caí de nuevo al sofá, te abalanzaste sobre mi, me besaste a la fuerza, metiste con violencia tu lengua en mi boca. Trataba de quitarte de encima pero era imposible, tus manos me sumieron en el sillón con una fuerza que no te conocía. Me rompiste el escote de la blusa al tratar de tomar mis tetas, yo te gritaba groserías y ofensas y tu sólo me manoseabas. Me quitaste los calzones por debajo de la falda, te abriste el cierre y te sacaste el pito, me abriste de piernas y te descuidaste un momento, fue cuando te pude morder la oreja, lo hice tan fuerte que un sabor salado invadió mi boca: te hice sangrar, aullaste de dolor y me diste un golpe tan brutal que me hizo caer el suelo con el labio reventado.
Tirada en el piso, con los ojos vidriosos murmure casi para mi - perdón –
Te sentaste en el sofá y pude ver como tu pene comenzaba a ponerse flácido. Me miraste directo a los ojos y fue cuando me di cuenta de todo el sufrimiento y el odio que sentías. Me puse de pie, aun con la mano en el labio.
Me pare frente a ti y lo solté -me voy-.
Te aferraste a mi, con tus manos rodeaste mi trasero, tu cabeza en mi pubis, y comenzaste a llorar, me di cuenta porque pude sentir la humedad hasta mi ropa interior.
 - Me voy- repetí.
Me empujaste con fuerza y de nuevo caí al suelo, esta vez mis nalgas resonaron con fuerza en el piso de madera; comencé a llorar, te amaba demasiado, pero ya no te soportaba, me asfixiaba tu cercanía, la casa, tu amor.
Te levantaste, caminaste hacia mi tan decidido, tan enojado que tuve miedo, por primera vez en mi vida tuve miedo, pensé que me pegarías; te arrodillaste a un lado mío, tomaste mi rostro con delicadeza, me susurraste al oído la cruel sentencia de mi castigo y una vez más empujaste mi cabeza con tanta fuerza que el golpe me embruteció durante minutos, te montaste encima mío, me terminaste de romper la blusa, me lamías las tetas con furia, con coraje, me lastimabas, tu pito comenzó a ponerse duro de nuevo, lo sentía mientras me frotabas las piernas con él, intente darte una patada en los huevos, pero fallé. Seguía aturdida, me penetraste con furia, me dolía, yo no estaba lubricada, te diste cuenta y te saliste de mi. Te pusiste de pie, me levantaste con ternura y me llevaste hasta la recamara, a nuestra cama.
Me terminaste de quitar la blusa rota, la falda y te desvestiste, te recostaste junto a mi, yo sólo lloraba, con el dedo meñique comenzaste a juguetear con mis bellos púbicos, me hacías cosquillas, me comenzaste a lamer las tetas con cuidado, rozándome el pezón, justo como sabias que me volvía loca, tu dedo meñique comenzó a acariciar mi clítoris y toda mi vulva, me excité. Te montaste encima mío nuevamente y me penetraste, esta vez diferente, con pasión, con ese ritmo de cadera que tantos orgasmos me había provocado en el pasado. Disfrute cada minuto de esa cogida, cada embestida de tu verga dura, tu sudor caía sobre mi cara, sabía salado, te besé el cuello, te lamí las orejas, te arañe la espalda.
Cuando creíste inminente tu explosión detuviste tu movimiento, nunca te gustó terminar antes que yo, te saliste con mucho cuidado de mi, tu cabeza fue bajando lentamente, tu lengua fue dejando un camino de baba desde mi cuello hasta mi pubis, cuando sentí tu lengua húmeda en mi clítoris me estremecí, hacia tanto que no lo hacías, casi había olvidado lo bueno que eras.
Con pocos movimientos tuyos estaba lista para venirme, te diste cuenta y te apresuraste a penetrarme de nuevo, siempre tuviste la idea de que terminar juntos era un acto de amor, y así fue, terminamos al mismo tiempo, un orgasmo tan fuerte y tan placentero como pocos habíamos tenido, sólo que éste tenía el sabor agridulce de la despedida.
Tu cuerpo cayó pesadamente sobre el mío, parecías muerto, por un momento dude de si aun vivías, solo tu respiración dificultosa me decía lo contrario, después de unos minutos me susurraste algo, muy bajito, casi inaudible, después caíste dormido.
Me dolió, pensé que tu orgullo, que tu amor propio, que tu dignidad, no te permitirían decir esas palabras.
No fue así - no te vayas- fue lo ultimo que escuche de ti.
Con cuidado te hice rodar a un lado de la cama, me puse de pie, me metí a la ducha muy a pesar mío, quería llevarme en la piel tu olor, quería guardar lo más que se pudiera las huellas y el recuerdo de nuestro último encuentro, pero salir en taxi a esas horas oliendo a sexo no era lo mas inteligente. Me bañe rápido, me vestí sin hacer ruido, a oscuras, mis cosas ya estaban listas.
Al salir tropecé con la mesita donde poníamos las llaves, como muchas otras veces, por un momento pensé que te había despertado, pero el silencio que reinaba en la casa me dijo que seguías dormido. Salí sin mirar atrás, tal vez no pudiera hacerlo si me detenía a pensar en cada recuerdo que dejaba. Afuera, caminé hasta la esquina, tomé un taxi de sitio, le di la dirección de mi hermana, no me quería ir con él directamente, aun sentía que te estaba traicionando.
No pude evitar llorar todo el trayecto - ¿está bien “señito”?- me preguntó el taxista, solo atine a mover la cabeza afirmativamente, el resto del camino siguió en silencio.
Al llegar al departamento de mi hermana, ella ya estaba esperándome en la puerta, se podía ver su cara de preocupación.
Pagué al taxista -¡no tengo cambio señito!- me dijo mirándome las tetas cuando me bajaba del taxi -quédese con el cambio-, tome mi pequeña maleta, (en que poco espacio cabían los últimos años de mi vida) y bajé.
Me abracé a mi hermana y lloré, me sentía mal, me sentía herida, no habías hecho nada para detenerme, no me dijiste que me amabas, no me prohibiste que saliera de la casa, -¡no te vayas!- fue lo único que dijiste y te quedaste dormido.
Mi hermana trató de consolarme, pero era imposible, le dije que quería estar sola, entramos, ella quería conversar pero inmediatamente me encerré en la recámara de mi sobrina, puse el seguro y me tiré en la cama, afortunadamente la niña estaba de vacaciones en casa de su padre.
No sé a que hora me venció el sueño, estaba amaneciendo. Me desperté ya bien entrada la tarde. El rancio sabor de mi boca me hizo saber que había pasado varias horas dormida. Salí de la habitación, tenía los ojos hinchados, casi no podía ver, no había nadie, fui a la cocina y me hice un café. Me senté en silencio en la mesa, pasaron horas, la luz se fue poco a poco y me quede ahí, sentada en la oscuridad, tenía ganas de salir corriendo, de regresar a casa, decirte que todo había sido un error, que no me quería ir de tu lado, quería besarte, abrazarte, escuchar tu voz, olerte; pero no hice nada, me quede ahí.
Cuando el sol se había ocultado por completo, escuché la cerradura, era mi hermana, la escuche moviéndose por la casa, buscándome seguramente, pero ni siquiera pude abrir la boca para decirle que estaba esperándola petrificada en la cocina. Después de buscar en varios cuartos llegó hasta mi, prendió la luz y pude ver su rostro de sorpresa al verme sentada, supongo que con cara de idiota.
Se sentó enfrente de mi, jugaba con las llaves y se veía las manos, estaba nerviosa, algo se me encajó en el pecho.
-Esta mañana ha sonado el teléfono, era él-, me dijo esperando una reacción de mi parte, no dije nada.
-Me ha pedido que vaya por lo que restaba de tus cosas-, seguí en completo silencio, ella titubeo antes de seguir, se notaba más nerviosa que al principio y eso que sentía en el corazón se encajaba aún más.
-Cuando llegué la puerta estaba abierta-, me miró, pude leer en sus ojos que las cosas se estaban yendo a la fregada.
-Estaba en la recámara, acostado...- se detuvo, me miró, con la mirada le pedí que siguiera.
-Pensé que estaba dormido, me senté a un lado de él y fue cuando le toqué el brazo que me di cuenta...-, me miro con los ojos lloroso y no pude evitar comenzar a llorar también, pero no moví un ápice de mi persona.
 -...estaba muerto.-
Mis ojos se nublaron por completo, seguí inmóvil.
-He tenido que llamar a su madre,- la voz se le terminó por quebrar, ella también lloraba.
-Me ha dicho que será ella la que se encargue de todo, no quiere trámites engorrosos, es claro que ha sido él mismo, a ti no te quiere ver, ni siquiera volver a saber de ti, no quiere que te presentes al funeral, ni siquiera me ha dicho donde planea enterrarlo.-
"En el Sagrado Corazón" pensé, "donde está su abuelo", pero no dije nada, seguí llorando en silencio, ella intentó decirme algo, pero se contuvo, estuvo unos minutos en silencio también, pero el peso era demasiado, no se podía respirar en aquella habitación, que cada vez se hacia más pequeña.
Se puso de pie, y dio media vuelta, pero antes de salir se detuvo, saco algo de la bolsa de su pantalón.
-Encontré esto a su lado, no he dicho a su madre, aunque no lleva nombre, imagino que es para ti- puso el sobre en la mesa y se fue a su recamara, pude escuchar cuando ponía el seguro.
Estuve inmóvil durante lo que me parecieron horas, llorando en silencio, no me atrevía a tomar aquel sobre. Después de mirarlo por horas, lo tomé, me lo llevé al rostro, quería sentir tu piel, pero era sólo un pedazo de papel; no sé si fue mi imaginación o mi deseo, pero me pareció reconocer tu olor en el sobre, por fin me decidí a abrirlo, las líneas eran cortas, claras, eran para mi.
"Esta noche he sentido el fuerte deseo de atarte a la cama y no dejarte partir, de obligarte a permanecer a mi lado, he querido hacerte cumplir la promesa que me hiciste de amarme por siempre, he querido decirte cuanto te amo y te necesito, pero no he tenido el valor, el miedo me ha paralizado incluso al escuchar como te preparas para partir, ni siquiera ese ultimo obstáculo que fue al salir me ha dado el valor necesario para ponerme de pie y detenerte. Te amo, pero he comprendido que hay historias que comienzan contigo y terminan sin ti, lo he comprendido bien, pero no lo acepto, no quiero seguir viviendo esta historia sin tu presencia... se feliz."
Ahora que termino de leer la carta por décima u onceava vez, no sé qué hacer con ella, no sé qué hacer conmigo, no sé qué hacer con éste amor, tampoco quiero vivir mi historia sin ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Otra canción de cuna

 Esta es una canción de cuna  que cantaba mamá, donde no existen las hadas y no se debe gritar. Este era un niño muy triste que no quería vo...